V

Y ella, igual de intempestiva e irreal que las lluvias de verano o los arcoiris que estas generan, le preguntó "¿y tú, tú qué has escrito?". ¿Qué debía él responder? Él, que no creía haber escrito nunca nada fuera de las clases tristes de su colegio. Nada, que no fueran redacciones con letra pulcra y cuidada. Pero ella esperaba una respuesta. Ella, que decía que todo el mundo ha escrito algo alguna vez. Una frase, un pensamiento, un verso o una palabra, en una hoja en sucio o en una servilleta de papel. En una esquina del periódico o en el dorso de la mano. Todo el mundo ha escrito en alguna ocasión sus sentimientos para después intentar verlos con la objetividad de lo que es externo. Quizá porque cuesta más mirar hacia dentro y es más fácil leer unos versos que pensar en ellos. Y entonces él se acordó de aquel cuaderno que le regaló su padre, escondido bajo su cama. Recordó de repente cómo contaba historias con los lápices de su hermana. Y quiso volver a hacerlo, y volver a ser escritor y poeta.

Sin embargo, una duda anidaba en su corazón, aleteando furiosa hasta que salió volando por su boca; "¿y tú, tú que has escrito?" le preguntó a ella. A esa tormenta de verano que respondió con sonrisas "Yo, yo he escrito los besos que no se dan en los cuerpos que no se tienen, he escrito los años en la piel de los viejos. Yo, yo he escrito sueños en la mente de los dormidos y los poetas y he firmado con sonrisas todas las bocas".